Hay muchas razones que pueden suponer un riesgo para la integridad de la piel, como la presión, el roce o la humedad.
Sin embargo, la zona de los pliegues de la piel es especialmente vulnerable a las lesiones porque es más fácil el roce en estos lugares, o que se acumule la humedad. La humedad también puede estar causada por utilizar determinados productos cosméticos o farmacológicos.
En el nuevo artículo del blog hablaremos de dos tipos de lesiones que pueden estar causadas por el roce: el intertrigo y las ampollas.
El intertrigo
Generalmente, el intertrigo se suele atribuir a las enfermedades de los pliegues.
El intertrigo está causado básicamente por fricción o rozamiento de las superficies cutáneas contrapuestas.
El roce incrementa el ambiente cálido y la humedad. Si se añade humedad, causa maceración de la piel con la aparición de fisuras, exudados, erupción y enrojecimiento. En esta situación, es probable la sobreinfección por bacterias u hongos.
El intertrigo afecta a los diferentes pliegues corporales como son el pliegue inguinal, el pliegue axilar, el pliegue glúteo, el pliegue mamario o los pliegues interdigitales. Llevar determinada ropa sintética o muy ajustada predispone a la aparición del intertrigo.
También existen otros factores de riesgo como la obesidad o en el caso de los pies, llevar calzado poco transpirable o ser una persona más propensa a la sudoración.
Las ampollas
Una ampolla es la acumulación de líquido transparente o sanguinolento, que se produce por un roce repetitivo. Es común en relación con el calzado, o entre los dedos. Algo muy típico cuando se estrenan zapatos o cuando se hacen recorridos largos o se suda bastante.
Tanto en el caso de las ampollas como del intertrigo deben seguirse una serie de cuidados:
– Lavado con agua y jabón
– Secado de forma adecuada con gasas limpias
– Aplicación de clorhexidina (Digluconato de clorhexidina al 1%) como antiséptico
En el intertrigo la zona debe quedar seca y al aire y, en función del grado de inflamación o de la sobreinfección, es posible que haya que añadir algún tratamiento tópico antiinflamatorio, antibiótico o antifúngico.
En el caso de las ampollas suele estar indicado cubrirlas para evitar la infección y el dolor que causa la exposición de capas más profundas de la piel. La ampolla suele romperse, pero si está íntegra, es mejor no manipularla, ya que puede aumentar la probabilidad de infección.
En caso de que “explote”, debemos lavarla con agua y jabón y posteriormente aplicar un antiséptico como Cristalmina (clorhexidina 1%). A continuación, aplicaremos un apósito.
Nunca deberíamos “explotar” la ampolla con las manos directamente ni arrancar los restos de piel que deja la ampolla.
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